Física Clásica VS Física Cuántica

Estamos acostumbrados a lo que nos dice la física clásica, que la realidad es lo que percibimos con nuestros sentidos, que es estática y que dependemos de ella, es decir, que somos víctimas de nuestro entorno.

Sin embargo, la física cuántica le da la vuelta a esta interpretación, como si de un calcetín se tratara, y nos dice que nada de lo que vemos existe tal y como lo percibimos, o, mejor dicho, que nada de lo que vemos existe. Todo lo que percibimos es lo que creamos desde nuestro interior, es decir, no somos víctimas del entorno, sino que somos los creadores, y que nuestro entorno es en realidad una prolongación de nuestra mente. Porque mente y materia son indivisibles.

El átomo es un vacío lleno de vida, no hay materia, pero está lleno de frecuencias e información. El universo es un inmenso e infinito campo de información, y, cada electrón que orbita alrededor del átomo, no es más que una onda de infinitas posibilidades, que sólo se transforma en partícula cuando un observador pone su atención en un punto concreto, colapsando en este punto dicha onda de posibilidad.

Por consiguiente, la realidad no es algo estático, sino que es un blanco en movimiento.  Somos nosotr@s y sólo nosotr@s quienes creamos la realidad, colapsando ondas y creando materia.  

Creamos nuestro entorno en base a nuestros estados emocionales

Creamos nuestro entorno a través de nuestra atención y en base a nuestros estados emocionales, que en la mayoría de los casos son limitantes (miedos, inseguridades, culpas, apegos, resentimientos, etc...). Así es como inconsciente y repetidamente estamos reafirmando nuestras emociones en el entorno y creando nuestra realidad personal. Y lo peor de esto es que nos identificamos con eso, que es simplemente una personalidad absorbida en la infancia como subproducto del entorno.

Desde el quinto mes de embarazo hasta el nacimiento, estamos recibiendo la química emocional de nuestra madre, pues ya en esa etapa ya tenemos receptores en nuestras células en forma de neuropéptidos. Esto quiere decir que ya nacemos con una pequeña parte de nuestra personalidad definida. Desde el nacimiento hasta los dos años de edad, nuestro cerebro funciona en ondas theta, es decir, no hay una mente analítica, y por tanto absorbemos toda la información del entorno que llega a nuestro subconsciente sin editar. Y desde los dos hasta los seis o siete años, el cerebro funciona en ondas cerebrales alfa, en las que tampoco hay todavía una mente analítica. Por lo que con esta edad ya hemos creado la base de nuestra personalidad, que es con la que nos vamos a identificar toda nuestra vida, y a través de la que vamos a crear nuestra realidad (salvo que hagamos algo por cambiarla).

Vivimos recreando nuestro pasado a través de una personalidad adquirida

Dependiendo de esta personalidad adquirida, hemos creado unas redes neuronales y no otras. Y como el subconsciente forma el 95% de lo que somos, y es en él donde están almacenados todos nuestros estados emocionales, incluidos los limitantes, nos toca lidiar contra ellos sólo con el 5% restante que forma la parte consciente de nuestro cerebro.

Esto explica por qué vivimos recreando nuestro pasado a través de esta personalidad adquirida. En el presente vivimos repitiendo ese patrón de forma automática, reaccionando de la misma forma a los mismos estímulos, y, por lo tanto, inevitablemente, nos dirigimos hacia un futuro predecible.

Y ésta es, en definitiva, nuestra realidad, un sueño del que somos incapaces de despertar.

La pregunta es: ¿Podríamos despertar de este sueño AHORA?

La respuesta es: SI, ¡solo hay que saber cómo hacerlo!

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