Falso dualismo mente-materia

Hace casi 300 años que se produjo una especie de ruptura entre la ciencia y la religión. La religión se quedó con lo que no se ve, con lo que no es tangible, con lo que no es medible. Y la ciencia se quedó con todo lo que se ve, lo que se puede medir, lo que se puede predecir.

De esta forma, el mundo de la materia fue declarado el mundo de la ciencia, y la mente y el espíritu quedaron para la religión, considerando a la mente y la materia como distintas entidades, y apareciendo así el dualismo.

En esta época surgió la figura de Newton y con él la física newtoniana, conocida como física del materialismo, en la que todo es medible y todo se puede prever: las distancias, las masas, la velocidad, etc. Esta física aborda el universo como si fuese una maquinaria gigantesca, y por consiguiente considera al ser humano como parte de esa maquinaria. De ahí el enfoque químico, quirúrgico, paliativo y sintomático de la medicina actual.

Este dualismo nos lleva al materialismo, a ese mundo newtoniano y cartesiano en el que el ser humano depende de su entorno y circunstancias. Se da por hecho que todo nos llega desde el exterior y que la realidad que nos circunda es, en gran medida, inamovible. Que la materia es estática y predecible. Que lo más real es el exterior, que no tenemos el control, que no somos responsables sino víctimas de nuestro entorno y de nuestras circunstancias. 

El cambio de percepción de la realidad

Hace alrededor de ochenta años aparecen las primeras teorías sobre la física cuántica o física de partículas, que nos llevó a un cambio de paradigma total a la hora de percibir nuestro entorno, y por tanto, la realidad.

La mecánica cuántica demuestra que, el átomo, la unidad estructural que forma todo el universo, incluido el ser humano, es en un 99,999999% un vacío, y solo el 0,00001% restante está compuesto de materia, pero es una materia que no es la materia que conocemos, puesto que no responde a las leyes del tiempo y del espacio, es impredecible.

Este vacío del que está compuesto el átomo (todo y todos), está formado por energía, frecuencias, información, vibración, consciencia, etc. Es decir, nosotros, al igual que el resto del universo, somos energía.

Lo más importante y revelador es que el electrón que orbita el núcleo es una onda de energía invisible, una onda de infinitas posibilidades con infinitas ubicaciones que dependen del observador, es decir, que, en el caso del científico, en el momento y lugar donde pone su atención esta onda de posibilidades colapsa y ahí aparece la partícula, ahí aparece la materia. Esto significa que donde ponemos nuestra atención y energía, es donde hacemos que colapsen las ondas,  creando así la materia, nuestro entorno, y, por tanto nuestra realidad.

Somos creadores de realidad, no víctimas del entorno

Esto demuestra que el entorno es una prolongación de nuestra mente, que podemos crear la realidad que queramos, que somos seres creadores, y, por lo tanto, que no somos víctimas del entorno y las circunstancias. Lo que sucede es que creamos una realidad por defecto, es decir, que

colapsamos ondas y creamos realidades repetitivas al poner nuestra atención y energía en nuestros problemas y circunstancias del día a día. Esta tendencia automática se basa en nuestra personalidad, es decir, en la identidad que hemos creado en el pasado, por lo que lo revivimos de forma reiterada.

La pregunta es: ¿quieres dejar de vivir en el pasado?

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